“Así como hemos sido capaces de ir mirando una ciudad, no me cabe ninguna duda que esta autopista es el inicio de un plan que va a cambiar el rostro de Santiago” dijo el Presidente Ricardo Lagos a principios de abril cuando inauguraba el tramo principal de la Costanera Norte.
Frente a su afirmación, no queda más que coincidir: esta autopista urbana ha significado un lifting en la cara de una parte de nuestra capital, incluyendo el dolor, los moretones, las cicatrices y el resultado demasiado-perfecto-para ser-natural que ha significado su imposición en el paisaje capitalino.
Y es que algo extraño sucede con la Costanera Norte. Por una parte, se ha publicitado como una vía que acorta en un tercio aproximadamente los tiempos de viaje, lo que permitiría cruzar 11 comunas en 25 minutos. Punto a favor.
También su construcción fue acompañada por la incorporación de 60 hectáreas de parque, lo que, aparte de la función estética, contribuiría en algo a barrer el smog del cielo santiaguino. Otro punto a favor.
Y , por qué no decirlo, algo encantador encierra la promesa de una autopista moderna, full tecnología, donde se podrá circular sin mayores obstáculos, de manera ordenada y expedita...Tanto es así que incluso algunos ex detractores del proyecto han caído en sus redes, seducidos por la comodidad que significa esta nueva vía. Un ejemplo de esto es el caso del arquitecto Felipe Assadi, que pese a haber sido un acérrimo crítico de la construcción de esta megavía, al transitar por ella no pudo evitar declarar en Las Ultimas Noticias: “La verdad es que la Costanera Norte me pareció exquisita”.
Pero, pese al “poder de convencimiento” de esta obra vial, las cicatrices del lifting se dejan entrever.
En primer lugar, su construcción le quitó una pista a Avenida Santa María, con lo que, el tránsito por esa vía que generalmente es expedita, se hace insufrible a la hora del taco. Quitémosle el punto otorgado....
Por otra parte, aún hay señales, conos y barreras provisorios, por lo que las vías que no son la Costanera Norte, pero que ineludiblemente han quedado atrapadas en su entorno, cambian de apariencia casi semanalmente, lo que ya no sólo en términos estéticos, sino de seguridad son un verdadero peligro para automovilistas y peatones, en especial en el tramo ubicado en las cercanías del Hotel Sheraton.
Finalmente, aunque hay más áreas verdes, es inevitable pensar en una cancha de golf al transitar por sus senderos y por el remozado Parque de las Esculturas; todo es ordenado, pulcro, correcto, lo que resulta en un contacto con la naturaleza del modo menos natural posible. Tanto es así, que pese a verse bien el manto de pasto que va al lado de la vía, es hasta incómodo acercarse a el, intervenirlo, casi pareciera que se va a desordenar la maqueta que algún gigante puso en el lugar para que los liliputienses pasearan por ella.
El resultado parece ser empate a cero. El efecto lifting (bonito-pero-no-real) de la Costanera Norte sin duda ha dotado de un nuevo rostro a Santiago, tal como dijo el Presidente. Mejor, peor, más feo o más lindo, en definitiva no importa, ya que mientras los peatones critiquen y discutan estos criterios, el resto no podrá escuchar, ya que estará cruzando la ciudad por la trinchera de cemento y con las aguas del Mapocho como música ambiental.
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